El olor almizclado en un perfume se describe a menudo como cálido, profundo y sensual. Tiene una cualidad terrosa y rica que puede recordar a la madera o a la piel limpia, proporcionando una base sólida sobre la cual se pueden construir otros aromas. Tradicionalmente, el almizcle se obtenía de la glándula de un ciervo almizclero, aunque en la actualidad la mayoría de los perfumes utilizan almizcles sintéticos debido a consideraciones éticas y de sostenibilidad.